Escuelas Innovadoras...
Escuelas
innovadoras, pedagogías emergentes, profesores descontextualizados. (Vivencia
en una clase de Maestría en Innovaciones Sociales en Educación).
Maestrante:
Arney Rodríguez Reyes
Para abordar el tema de la formación
democrática del docente no hay que viajar tan lejos para encontrar buenos
ejemplos de este proceso, porque el mejor de todos está acá, en la Maestría en
Innovaciones Sociales en Educación. En varios escenarios de esta maestría he
tenido la oportunidad de oír las ideas que los mismos docentes tiene acerca de
su labor, de la escuela y de sus estudiantes, las cuales, en muchas ocasiones
se enfocan en resaltar lo malo que ocurre, lo que no funciona, lo que no
permiten, lo desilusionados que se encuentran de un modelo o de una
administración que solo se centra en la cobertura y no en la calidad. Muchas
leyendas urbanas -si se puede llamar así a los testimonios de algunos docentes-
ruedan por ahí, las cuales centran su acción en destacar cómo aquellos que
quieren hacer algo diferente, hasta lo más mínimo, son reprimidos por otros que
piensan solo en lo tradicional, en hacer menos, en no hacer.
Desde hace mucho tiempo he estado en
contra de las generalizaciones, no es cierto que todos los colegios son malos[1], que en todos los colegios
no se permite hacer, que los docente no tiene el poder para cambiar las
estructuras educativas existentes, que la educación en Colombia es limitada y
que la culpa es de todos los elementos del sistema, menos nuestra. De ahí que
se hayan dado discusiones de gran valor entre maestrantes del IV Semestre, pues
en muchos de los casos, a pesar de encontrarse vinculados en un ambiente que
los impulsaba a cambiar su punto de enfoque sobre la propia labor docente, mal
gastaban sus palabras aclarando que nada estaba bien, pero nunca para plantear
soluciones en pro de la construcción de estrategias de mejora. En uno de esos
encuentros, agotado por las quejas de algunas maestrantes, comenté:
-No
es cierto que no se pueda hacer, que no se pueda crear en la escuela, hay que
tratar de cambiar esa idea tan reducida de que en los colegios no permiten
hacer, si no lo intentamos seguiremos igual.
Mi pretensión era la de generar un
movimiento en sus ideas, un deseo de hacer, pero la respuesta fue contundente y
casi mortal:
-Usted
puede porque es jefe…
A pesar de que la universidad, en este
caso UniMinuto, brinda programas encaminados a la innovación, a promover la
didáctica, la creatividad, la pedagogía, para aplicarlas en la escuela, lo
fundamental en esos procesos de transformación de la educación de los docentes
es el cambio de pensamiento, creer en los superpoderes que le son otorgados al
momento de aceptar el reto de enseñar, de participar en la formación de cada
una de las generaciones que pase por sus clases. No se trata de culpar a los
demás por aquello que no dejan hacer, sino de hacer una reflexión relacionada
con la propia labor porque, como asegura Pérez (2014):
La
reflexión lleva al discernimiento, al ejercicio constante de la distinción de
lo uno y lo otro para darse cuenta de lo que está pasando, de lo que se está
sintiendo, del fluir emocional en el que el maestro se encuentra, de si quiere
o no lo que está viviendo, de cuáles son las consecuencias de sus acciones y
hacerse cargo de ellas. (p. 15)
Y de esta manera poder resurgir como el
ave fénix, de entre las cenizas de la indiferencia y la imposibilidad que sesga
la visión de aquellos que tienen en sus manos la formación de niños y jóvenes.
Por otra parte, es claro para todos los
que asumimos la docencia como profesión, que el modelo educativo colombiano no
cumple con los parámetros necesarios para lograr una verdadera educación de
calidad, pues homogeniza a los estudiantes sin tener en cuenta cada uno de sus
contextos, pero es ahí donde aparece el reto. En una conferencia, organizada
por la Maestría tuve el infortunio de escuchar la intervención de un asistente
que pidió la palabra con mucho deseo, tanto que pensé que por primera vez y
ante un invitado internacional algo bueno se resaltaría, pero no fue así, por
el contrario, le dio un golpe bajo a la imagen de los maestros y de la
educación en Bogotá, tal vez sin darse cuenta del papel que él ocupa en este
juego de rol:
-“La
escuela acaba con los sueños de los estudiantes”.
A
lo que otra de las asistentes añadió:
-“En
el colegio no nos permiten salir, los niños no pueden ni siquiera hacer una
salida para buscar un animalito, un caracol, porque el colegio no lo permite”.
Parte de la intensión de las pedagogías
emergentes debe ser la de formar a los docentes como hombres y mujeres que, sin
ninguna reserva, se atrevan a cambiar, a transformar el mundo con sus ideas, a
ver en cada pequeña oportunidad una idea para enseñar a sus estudiantes, sin
tenerle miedo a la opresión de aquellos que prefieren el anonimato, la
mediocridad o la simpleza. Los docentes deben ser reconocidos por todo lo que
hagan, lo que engrandezca su labor y no por haber dejado de hacer, pues su
papel es fundamental en la sociedad y en lo que ésta será con el pasar del
tiempo sin importar si se pertenece al sector privado o al público, pues esa es
una labor conjunta que requiere de una red de profesores bien conformada y
resistentes, capaz de soportar los embates de aquellos que quieren continuar
con la escuela como un centro de acopio y no de aprendizajes significativos que
desarrollen el pensamiento crítico de los aprendientes, además, porque educar se trata de romper las reglas
que lo impiden.
Referencias
Pérez,
T (2014). El poder transformador de los
educadores. Reflexiones y herramientas para cultivarlo. Bogotá: Magisterio.
Cinep
(1999). El saber tiene sentido, una
propuesta de integración curricular. Bogotá: ediciones Antropos.
[1]
Quiero decir con esto que se clasifique dentro del grupo en los que sus
procesos educativos no estén acordes con las necesidades de sus estudiantes, o
que no se destaquen en medio del abanico de posibilidades que tienen los padres
de familia para escoger cual será el responsable de la educación de sus hijos
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