La otra historia de Pombo... Participación en el concurso Nacional de cuento 2012...



Otra historia de Pombo

De vuelta en su país, luego de vivir muchos años en un lugar que, después de un tiempo dejó de ser extraño para él, retornó a la capital. Creía sentirse en casa, pero las cosas habían cambiado, muchos ya no estaban, entre ellos papá y mamá, amigos que, al igual que él, decidieron dejar las tranquilas tierras colombianas para recorrer el mundo, incluso los desconocidos de siempre no eran los mismos que veía al caminar a diario desde su casa hasta el centro de la ciudad. 

Ahora estaba solo, y quiso estarlo, encerrado en la pequeña casita, a las afueras de la sabana, que le había heredado mamá antes de morir, el resto de la tierra y la casa grande no le importaban, su espíritu romántico lo alejaba de cualquier interés por lo material. Hizo que algunos hombres llevaran hasta él la biblioteca que tenía y admiraba, con la idea loca de encontrar nuevas ideas entre los libros y la silenciosa altiplanicie. 

Ahora, en la soledad que añoraba y que creía era la única que podía devolverle la inspiración que la ciudad en desarrollo le había quitado, se sentó cerca al escritorio, frente a una Sholes traída de Nueva York para agilizar la escritura de sus versos. Pero eso no fue suficiente, una tras otra, las hojas de papel grueso y amarillento se arrugaban ante la fuerte decepción que le producía las nuevas rimas. Nada lograba conmoverlo, ni las sombras que se alargaban y acortaban en su baile íntimo con la luz que producía una lámpara de querosén. Tomaba una copa de vino momentánea sin dejarse llevar por la ebriedad, pensaba en los que ya no estaban, en los que se alejaron, en los amores perdidos, en él mismo y en el momento en que dejara de existir o mejor aun, en volver a la ciudad. Pero todo se borraba cuando tocaba las teclas gruesas de su máquina. 

Entonces se detuvo, no más palabras gastadas. De nuevo llenó la copa, la luz seguía tambaleándose dentro del cilindro de cristal. Tomó un sorbo largo de vino y recostó la cabeza sobre el escritorio, casi vencido por el sueño y la impotencia mental que lo obligaban a abandonar su labor. El silencio abrumador de la pequeña casa se quebrantaba ante el insistente canto de un renacuajo nocturno que se colaba por la ventana delantera, casi que al 

tiempo que llegaban a su mente los consejos olvidados de mamá “muchacho no salgas, cuídate de los peligros que hay en el mundo”. Y sintió como se conjugaron los dos para dar vida a un renacuajo paseador que no hacia caso a los consejos de su madre. Y la Sholes no paró de marcar en la hoja cada una de las travesías que le recordaban los años de juventud loca y callejera de manos de ese curioso personaje. Y aunque le resultara gracioso personificarse en un anfibio, más gracioso le pareció escribirle algo muy sincero al burro Platero que lo llevó desde la última calle de la ciudad hasta la lejanía de su nuevo hogar, a Simón, el carguero que por confusión le dejó las maletas en la finca de al lado, a una abeja que lo picó mientras viajaba para recogerlas, a la viejita que lo atendió, dueña de varias hectáreas de tierra que colindaban con las suyas, y que no hizo más que quejarse, durante su visita, del Estado, de la despensa medio vacía y de la miserable pensión que recibía gracias a su difunto esposo y a los años de servicio en el ejercito, que solo le alcanzaba para pagar tres criados al mes y para viajar por algunos lugares del mundo. Incluso, a un escuálido gato que se deleitaba con las aves de la finca y sus huevos. 
La máquina Sholes no paró de escribir durante algunos meses, hasta terminar con el homenaje a cada una de las cosas que lo acompañaron en la soledad de la casita. Y deleitado por el resultado volvió a los caminos adoquinados de Bogotá, con el ánimo de mostrar a los que esperaban su nueva creación algo que no sería solo para ellos sino que, además, haría parte del alma de los niños de cada una de las generaciones que llegaran a este mundo en busca de buenas historias cargadas de realidad, fantasía y de cosas que dejaran algo para aprender y enseñar…

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