A propósito de las conversaciones con otros genios y figuras…
A propósito de las conversaciones con otros genios y
figuras…
Magister: Arney Rodríguez Reyes
Tercer semestre – Diálogos epistemológicos.
¿Se ha tomado un
minuto para pensar que hasta la conversación más sencilla que pueda entablar durante
el transcurso del día requiere de cierto grado de conocimiento para que ésta
tenga buenos resultados? Seguramente no
es de su interés, reflexionar acerca de los distintos diálogos epistemológicos
que se dan entre usted y el carnicero, el lechero, el señor de la panadería, la
profesora de sus hijos, el doctor -si tiene que visitarlo-, el conductor del
bus urbano, la señora que sienta a su lado y le habla de la novela o del
remedio casero para esa tos que lo está aquejando, con el zapatero, el policía, con su jefe, la
secretaria, la de la cafetería, los de archivo, el indigente que le pide una
moneda -ese que le produce miedo porque su apariencia no genera mucha confianza
al invadir su espacio personal-, con el vendedor de dulces, su esposa, sus hijos,
su padre o su madre, sus hermanos, con los abuelos, con el periódico, la
revista de chismes y hasta con el perro.
Cada encuentro
requiere de un conocimiento básico que se hace necesario a la hora de iniciar o
intervenir en una conversación espontánea. Por ejemplo, que ocurriría si un día
decide preparar el almuerzo en su casa -suponiendo que nunca lo ha hecho- y
tiene que ir hasta la carnicería por la carne que nunca ha comprado, y después
de hacer la solicitud al señor carnicero éste le responde:
-Vecinito, le tengo
cadera bien buena- y estirando su mano dentro del congelador le señala -o
también hay chatas, churrasco, punta de anca, murillo, milanesa, lengua, cola,
hígado ¡Claro que si prefiere, también tenemos, muslo, sobre barriga, bofe para
los garbanzos, libro, corazón, pulmón! ¿Usted dirá?
Esto lo lleva a
dudar un poco y, para salir airoso de esa situación tan incómoda, prefiere
sacar alguna excusa ridícula, algo como:
-Perdón ya vuelvo,
es que se me olvido el dinero, o espéreme un momentico mientas pregunto porque
no me dijeron de cuál, tal vez, ya vuelvo, voy a comprar otras cositas y no me
demoro…- Y así poder volver a su casa para preguntar cuál es la mejor opción.
Los diálogos de
saberes se presentan en todo momento, ninguna situación está exenta de este
proceso en el que interviene de manera irremplazable el lenguaje, ese que
algunos llaman herramienta, pero que en realidad es una habilidad innata de los
seres humanos, la cual crece con ellos y se alimenta de los interacciones que
se tienen con cada individuo que se cruza en su camino, incluso las situaciones
y los fenómeno naturales pueden llegar a ampliarlo. El lenguaje se expande de
manera infinita, como el universo, no tiene límites, todo puede ser nombrado y
aquello que no se nombra no existe. El lenguaje no tiene como única finalidad
comunicar a unos con otros, éste también sirve para engrandecer, exaltar,
enorgullecer, refutar, recalcar, ofender, lastimar, disminuir, herir, destruir,
convencer, motivar, agradar y desagradar, conmover, despreciar, intimidar,
impulsar, revelar, detener, rogar, alegrar, entristecer, alabar, rebajar,
humillar, consentir, conquistar. El lenguaje es el arma más fuerte del ser humano,
aquella que le puede dar el poder o relegarlo a un rincón oscuro, es expresión,
es la fuerza que impulsa mazas y que detiene rebeliones, es conocimiento, en
sus límites está el límite de las ideas de cada uno de nosotros, es imaginación
hecha realidad, en cada palabra se ha construido y destruido la humanidad, se
han forjado civilizaciones enteras, grandes imperios que han dominado la
palabra, por eso y refiriéndose al lenguaje “…sus confines se estrechan y se
expanden desde y hasta donde se tenga noción de la cosas. De ahí que a mayor
capacidad lingüística (y en otros idiomas), aumenta el acceso al conocimiento
de otras culturas”. (Gutiérrez, 2011. p. 27)
Es importante tener
en cuenta que no todo el conocimiento tiene que ver con los grandes pensadores
-o sino recuerde al carnicero-. Para reafirmar esta idea tomemos otro ejemplo
de la realidad circundante nuestro protagonista. Son las cinco de la mañana y
gracias a que posee ciertos conocimientos sobre la movilidad en su ciudad, sabe
que hoy tiene pico y placa[1],
también sabe que debe pararse en cierto paradero para subir al Sitp[2]
que lo llevará hasta la oficina, luego de unos minutos de espera -que a esa
hora de la madrugada se hacen eternos- por fin pasa la ruta adecuada, se sube,
desliza la tarjeta de la que se deduce el valor de su pasaje, pero como no es
habitual que utilice este servicio ha olvidado cargarla para realizar los
viajes que necesita, esto que podría ser un problema, lo lleva a poner en
práctica otros conocimientos adquiridos, usa el lenguaje no verbal para
expresar preocupación, prepara un discurso que dirá con cierto tono de
compasión y lastima y se lanza:
-¿Qué pena, alguno
de ustedes me puede vender un pasaje?
Varios de los
viajeros se hacen los dormidos, otros mirarán con desprecio y solamente la
mujer anciana que está cerca de la puerta, se conduele de su situación.
-¡Tome mijito, vale
dos mil!
Sus ojos se abren,
eso es usura, un robo a mano armada, un atraco…
-¿Le sirve o no
mijito?
La anciana amaga
con meter la tarjeta de nuevo en su seno[3] y
no queda más remedio que aceptar el trato.
Logra pasar y el
único puesto disponible está junto a la mujer que acaba de cobrarle casi el
doble por un pasaje de su tarjeta, pero es temprano y el viaje acaba de empezar
así que es mejor cogerlo antes de que se empiece a llenar. La anciana comienza
a hablar de todo lo que pueda ocurrir en un día normal, del trancón, la falta
de oportunidades para los adultos mayores, los robos en la ciudad, la carestía,
la novela y usted solo pone cuidado, lo que menos le importa es saber si “Jorge
Luis se casará con Marial Helena, o si el malo terminará en la cárcel producto
de todas sus fechorías”, así que intenta terminar la conversación en la que
sólo ha hablado la anciana con una fuerte tos que le aqueja intempestivamente.
A lo que ella responde:
-Mijito, tiene que
tomar agua de papayuela, con miel, limón y sauco para que le pase esa tos,
tiene que cuidarse ¡Mire que a una vecina le dio una tos así después se murió!
La cuestión -aunque
no vaya a morir por fingir una tos- es que esos conocimientos ancestrales de
los que no tenía razón han perdurado en nuestra cultura desde tiempos inmemorables,
se han transmitido de generación en generación, manteniendo viva la tradición
oral y los aprendizajes que se dieron a partir de la experimentación de
individuos que tuvieron el tiempo y los medios para hacerlo pasando de abuelos
a padres y luego a hijos hasta llegar a esa anciana, haciendo uso del lenguaje,
para ampliar sus conocimientos sobre medicina ancestral “…de esta manera el
lenguaje marca las coordenadas de mi vida en la sociedad y llena esa vida de
objetos significativos”. (Berger y Luckman, 2003. p. 37)
Seguramente al
terminar el viaje y bajar del bus se borrará de sus recuerdos aquella anciana que,
muy acomedida, se tomó la molestia de transmitirte pensamientos y aprendizajes
de la cultura milenaria americana, sin que eso sea representativo en su
existencia porque es más seguro correr a la tienda y comprar un medicamento de
los muchos existentes para controlar la tos -suponiendo que esta fuera real- la
cual sería un síntoma de gripa y para controlarla compraría “un analgésico, antipirético, un
antistamínico o mejor un medicamento que reúna los tres componentes” y así
dejar a un lado la tediosa tarea de conseguir las flores de sauco -que en
Bogotá proliferan en los parque-, limones, algo de miel y dos papayuelas
-aunque este remedio sea más barato y natural-. En el trasfondo, al elegir la
preparación de la infusión o la de comprar una cierta cantidad de drogas como
precaución, está la idea de eso que hemos olvidado ¿Quiénes somos en realidad?
La sabiduría milenaria ha sido desplazada por la modernidad capitalista, a cada
momento nos venden la idea de estar mejor si se consumen los medicamentos que
son producidos por las grandes potencias y que llegan a nosotros como si
estuviéramos en una tienda de dulces, esa misma modernidad capitalista a la que
no le importa ni la tos, ni la gripe y mucho menos el conocimiento ancestral,
pues solo tiene como referente el enriquecimiento de las grandes industrias que
invaden al mundo y en especial a nuestro continente aprovechando ese deseo de
ser y vivir como europeos, es por esto que se afirma:
En la vida “americana” de la modernidad capitalista, la
mercantificación de la vida y su mundo, la subsunción[4] de
la “forma natural” de esa vida a su “forma de valor”, se cumple en condiciones
de extrema debilidad de la primera, de su falta de recursos para resistirse a
la acción de esta última. Es una vida “natural” cuya creatividad está
“congelada”, encerrada en la inercia o la repetición. Nada o casi nada hay en
la experiencia práctica de los individuos sociales que los lleve a concebir una contradicción entre el
producir y consumir objetos en cantidad de “bienes terrenales” y el hacerlos
tratándolos en calidad de mercancías, de “bienes celestiales” o puros
receptáculos del valor económico. (Echevarría, 2007. p. 7)
En cada momento, en
cada lugar y en cada gente existen los conocimientos que han traído la existencia
hasta este momentos, algunos muy simples y otros muy elaborados, todos se han
conjugado para lograr que las naciones del mundo, de una u otra manera se
desarrollen, algunas más avanzadas que otras, con más poder, el conocimiento
jugó a su favor para lograr poner en sus manos el domino del mundo de los
países más débiles. El lenguaje, cómplice inocente de la dominación, permitió
que aquellos que lo usaran de forma más efectiva lograran tener bajo su sombra
a los que no sintieron desde un principio la necesidad de dominar la palabra.
La palabra tiene poder, es persuasión apelando a los sentimientos, es
argumentación apuntándole a la razón, la palabra es conocimiento, los límites
de uno, marcan el final del otro, y en este juego de nunca acabar el tiempo
observa implacable -seguramente sentado arriba un escalón más alto que el Padre
celestial- viendo como todo ante él sucumbe, incluso los grandes dioses
desaparecieron mientras el apenas empezaba a ser contado por su mano derecha
“el lenguaje” y cada uno de sus pequeños hijos “La oralidad y la escritura”, y
así descubrimos que “Toda nuestra existencia en este mundo esta ordenada
continuamente por su tiempo, está verdaderamente envuelta en él. Mi propia vida
es un episodio en el curso extremadamente artificial del tiempo. Existía antes
de que yo naciera y seguirá ahí después que yo muera…”. (Berger y Luckman,
2003. p. 43). El mismo tiempo juega conmigo, me hace creer que se hace corto,
que no es el mismo que creció junto a mí, y después rezagado, solo, minimizado
y casi que inexistente para todos los que me rodearon me obliga a aceptar los
años, me hace ver que me vuelvo viejo y poco útil para la sociedad que sigue
creciendo, para el mundo que sigue cambiando.
La única conversación
pendiente, luego de aprender algo del panadero, el carnicero o la anciana del
bus en la madrugada, es la que nunca se dio con el relojero, para que me
hubiese enseñado a jugar con el tiempo, atrasándolo, deteniéndolo o
adelantándolo, haciéndome sentir en algún momento dueño de la eternidad…
REFERENCIAS
Berger, P y Luckmann, T (2003). La construcción social de
la realidad. Los fundamentos del conocimiento en la vida cotidiana. Argentina:
Amorrortu Editores.
Echeverría, B (agosto, 2007). La modernidad americana
(claves para su comprensión),
Coloquio “La americanización de la
modernidad” organizado conjuntamente por el seminario “La modernidad: versiones
y dimensiones” y el Centro de Investigaciones Sobre América del Norte (CISAN).
México.
Escobar, A (2007). La invención del tercer mundo.
Construcción y deconstrucción del desarrollo. Caracas: Editorial el perro y la
rana.
Gutiérrez, J (2001). La escritura de la ciencia en cuatro
conceptos: código, género, epistemografía y paradigma. Libro Katharsis. Número
11, 27-49.
Rappaport, J (2007). Más allá de la escritura: la
epistemología de la etnografía en colaboración. Revista Colombiana de
Antropología, volumen 43, 197-229.
[1] El pico y placa es una
medida adoptada por la Alcaldía Mayor de Bogotá para disminuir el flujo de
automóviles durante las horas pico y los niveles de contaminación.
[2] Sitp: llamado Servicio
Integrado de Transporte Urbano, tiene como finalidad agrupar y dar el monopolio
al Gobierno Distrital sobre todas las rutas transportadoras en Bogotá.
[3] Es costumbre de algunas
mujeres guardar cosas en su sostén, como una caja fuerte que nunca será
violentada.
[4] Considerar algo parte de un conjunto más amplio.
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